viernes, 12 de diciembre de 2008

LUZ SIEMPRE LUZ II


En los paisajes, que se suponen estáticos, por lo que muchas veces pensamos que el devenir del tiempo no les puede afectar, también existe ese instante preciso donde se conjugan las formas con la iluminación, para darle a la imagen el sentido que queremos.

Al referirse a su conocido ensayo sobre la ciudad de Pittsburg, que había realizado entre los años 1956 y 1957, W. Eugene Smith dice:

“Hubo muchas ocasiones en que hubiera querido regresar a puntos anotados, en condiciones atmosféricas ideales para sacar partido de perspectivas y temas extraordinarios: sólo bastaba un débil vaho de niebla para delimitar la torre de una iglesia sobre la eminencia de una colina. A veces, la necesidad se reduce a una llovizna esporádica, o al humo que arrastra el viento del noroeste. A veces he contemplado el lugar, he reconstruido la escena en mi memoria; entonces he anticipado la combinación de recursos lumínicos por medio del mapa y el compás. Luego, he vuelto al lugar, a la hora en que debían conjugarse esos factores de luz natural.”

Tanto la calidad como la dirección de la luz deben ser tenidas en cuenta. Eugene Smith destaca precisamente el contar con un mapa o plano de la zona y de un compás (brújula), para orientarnos en la dirección de salida y de ocultamiento del sol. También interesa saber la altura que alcanza durante el arco que cubre del Este al Oeste, el cual depende de dos factores: la latitud del lugar y el mes del año. Cuanto mayor es la latitud, el sol alcanza una altura menor, la que además como lo mencionamos varía según la época del año (en invierno es menor que en verano, mientras que en otoño y primavera será aproximadamente igual, decreciendo o aumentado según nos aproximemos o alejemos del verano).

No se trata de ser especialistas en astronomía, sólo basta tener una idea aproximada de la forma en que se comporta el sol según el lugar geográfico y el momento del año, considerando además el factor meteorológico.

De todas maneras, el fotógrafo debe aprovechar al instante cada oportunidad que se le presenta para hacer una fotografía que considera de cierto significado, puesto que aunque se trate de paisajes o de elementos supuestamente estáticos, puede suceder que una determinada condición no vuelva a repetirse por mucho tiempo, o quizá nunca más.

Una lancha y las chimeneas

Hace algún tiempo, para integrar la colección fotográfica de Panasonic con curaduría de Elda Harrington, se me pidió que realizara una fotografía donde la calidad del objetivo de toma y de la cámara que me cedían mostraran sus virtudes en cuanto a nitidez y calidad de la reproducción color.

Para lograr ese propósito, la elección del tema y de la iluminación eran factores inexcusables: en primer lugar la intensidad de la luz debía ser lo suficiente para que con el menor índice de sensibilidad se pudiera obturar con un diafragma de f:8, que es uno de los que proporciona la mejor calidad de imagen, junto a un tiempo de exposición razonable con la cámara montada en un trípode.

Pensé que el tema debía tener líneas bien definidas y la superficie una textura interesante, gran riqueza de detalles y que, además, tuviera méritos estéticos de por sí valiosos y de cierta originalidad.

De hecho, debía lograr una “obra fotográfica” con la cual me identificara y que a su vez expresara de forma contundente la propuesta de la curadora.

Fue que recordé entonces una fotografía que había realizado un año antes con una cámara digital compacta de 5 megapíxeles (foto 1), cuyo tema satisfacía plenamente lo que necesitaba. Así que con la nueva cámara de 8 Mpx traté de hacerla de nuevo y fue entonces que surgieron los inconvenientes que no había imaginado.

En primer lugar, como era otra la época del año, el sol al atardecer incidía desde un ángulo distinto, por lo que no podía lograr la misma textura de la foto original. A ello se sumaba que el cielo de un azul intenso y con sus nubes, propio del mes de junio, era a fines de la primavera diferente, con una tonalidad de menor saturación.

Después de varios intentos, desistí de tratar de emular con una cámara de muy superiores prestaciones a la foto original, que fue obtenida en el instante que se conjugaron la luz, su intensidad y ángulo de incidencia, junto a un cielo de azul intenso y las nubes como copos de algodón.

Otras veces un mismo tema, fotografiado en diferentes momentos, permite obtener variaciones interesantes de la luz. Tal es el caso de una lápida del cementerio de la ciudad de La Plata, que he venido fotografiando en diferentes oportunidades y que, en mi opinión, pareciera siempre dar una nueva oportunidad. La foto 2 la realicé el 12 de junio de 2007 a las 16:15 horas, con una luz rasante y tenue, mientras que la foto 3 fue tomada cinco meses después, el 7 de octubre a las 17:10 horas, casualmente un día antes que se cumplieran 110 años del fallecimiento de quien recuerda esa tumba.

La época del año

Es uno de los factores más importantes en la fotografía de paisajes, tanto rurales como urbanos. En general, las estaciones del año en las regiones de clima subtropical y templado, como en las altas latitudes, marcan diferencias notables. En las regiones tropicales, en cambio, la situación varía poco a lo largo del año, excepto por las condiciones de días despejados, nublados o con lluvias.

Aldo Sessa, uno de los paisajistas más renombrados e importante de Argentina en sus dos libros “Letra e Imagen de Buenos Aires”, realizados junto al escritor Manuel Mujica Láinez, hace gala del estudio y compresión de los climas generados por la luz, así como por la vegetación, en las cuatro estaciones. En ese sentido, su obra nos enseña a ver y a fotografiar en la ciudad.

Si bien en el invierno las horas de luz son notablemente limitadas, aún más cuando se va hacia el sur del país, el clima que genera la bruma, o las hojas esparcidas en el piso, son tan específicas que nos remiten a un espacio geográfico y al momento del año, por lo que la impronta de la imagen adquiere una fuerte personalidad.

No existen mejores épocas del año para hacer fotografías, sino que cada una tiene su especificidad que el fotógrafo debe experimentar para satisfacer sus propósitos. Sólo vale mencionar que los tonos ocres del follaje en otoño, la transparencia de la atmósfera en días secos en el invierno, la suavidad de los contornos más distantes en días muy húmedos, son diferentes momentos que le dan carácter a las escenas y que deben ser aprovechados de manera creativa.



De todas maneras, en lo personal, para hacer fotografías prefiero el otoño y el invierno, ya que los matices de la luz me resultan más cálidos y de menor contraste, lo que beneficia una mayor riqueza de tonalidades, tanto en blanco y negro como en color.

En la foto 4, tomada en el Dique 4 de Puerto Madero temprano por la mañana durante un día de invierno, la bruma generó un momento de cierta magia. Algo comparable a la foto 5, realizada en el Cementerio de La Plata durante el otoño.


Nota: Las citas textuales de W. Eugene Smith han sido tomadas de un artículo publicado en la revista “Fotografía Popular”, editada en Cuba, que era la versión en castellano de “Popular Photography”. El autor del reportaje es Arthur Goldsmith.

REVISTA FOTOMUNDO

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